Un día el nagual Gavilán nos juntó a cuatro de sus aprendices, para enseñarnos sobre el sello de la burbuja que nos contiene. Muy temprano comenzamos una larga caminata y como al medio día llegamos a un lugar muy bonito con una caida de agua y una poza honda.

Estábamos en unas rocas muy altas y la poza abajo se veía pequeña. No sé que distancia habría entre los riscos y la poza, pero pero calculo que eran unos ocho o diez metros. Nos sentamos a descansar un rato y estabamos agotados, con hambre y con sed, pero el nagual solo nos permitió sorber un poquito de agua.

Nos sentamos los cinco por unos minutos al borde de las rocas, viendo la caida del agua y la poza allá abajo y entonces el nagual nos habló sobre el sello y su importancia.

“Imaginen que cada uno de ustedes estan dentro de una burbuja de jabón, y que esa burbuja tiene una abertura flexible de unos cinco centímetros. Esa abertura tiene mucha fuerza y cuando está cerrada no deja entrar ni salir nada. Mientras tenemos energía podemos mantenerla completamente cerrada, pero hay cosas que la abren, cosas físicas y cosas no físicas: un pensamiento negativo muy fuerte, un susto o una emoción muy fuerte o un espíritu lo pueden abrir, pero también una herida o un golpe muy fuerte o una enfermedad. Todas estas cosas, ya sea del lado derecho o del lado izquierdo, pueden provocar que se abra nuestro sello, pero si tenemos energía suficiente, lo podemos volver a cerrar. Esto es importante, porque si no tenemos energía para volverlo a cerrar, la burbuja se raja y morimos.”

Luego nos dijo que nos desnudáramos y nos paró en hilera. Luego nos preguntó si sabíamos nadar y todos dijimos que sí y nos pusimos muy nerviosos, porque era evidente que nos iba a hacer saltar a la poza, que se veía diminuta desde ahí.

Nos dijo el modo en que teníamos que saltar, con los pies juntos, con una mano sujetando los genitales y otra pegada al pecho. Nos recalcó que selláramos la naríz al caer para que no nos entrara el agua y que mantuviéramos el cuepo erguido porque de otro modo podríamos rompernos la columna… eso nos puso aún más nerviosos de lo que ya estábamos.

Luego el nagual nos preguntó si usábamos alguna clase de protección en caso de peligro y todos teníamos algo; uno dijo que él rezaba, otro dijo que usaba un mantra, otro dijo que tenía una especie de conjuro y yo le dije que me encomendaba a Dios.

El nagual nos dijo: usen sus protecciones ahora, porque el peligro de que caigan mal y mueran es real. Pero si siguen mis instrucciones, todo saldrá bien. Recuerden cerrar la boca, apretar los dientes para no morderse la lengua, cubrirse los huevos, cerrar los ojos y caer parados. Ahora tomen vuelo, salten para alejarse del risco, y nos vemos allá abajo.

Saltamos de uno en uno, primero los otros y al último yo, los gritos que proferían al ir cayendo me pusieron la carne de gallina. Yo estaba aterrado cuando me tocó mi turno, pero me armé de valor, me enconmendé a Dios y lo hice. Cuando iba cayendo sentí una punzada helada muy aguda y una comezón muy particular bajo el ombligo. El golpe con el agua fue muy fuerte y poco agradable, sentí que algo me tiraba de todos los vellos del cuerpo y me daba un jalón muy fuerte en el pelo.

Todos salimos bien de eso y todos mas o menos sentimos lo mismo. Después de escucharnos el nagual dijo muy sonriente: “Que bueno que todos se dieron cuenta de su sello, lo sintieron, sintieron cuando se abrió un poquito y lo volvieron a cerrar, si no, hubiéramos tenido que repetir el salto hasta que lo sintieran… y quizá uno o dos no hubieran sobrevivido.”

Luego de secarnos nos vestimos, comimos fruta y tomamos agua de nuestras botellas y seguimos caminando hacia la montaña. Todos estabamos muy alegres y parlanchines y entonces el nagual nos dijo: “Guarden silencio, espérenme tantito, ahorita regreso”. Se fue por un rato y luego regresó con una varita de tamarindo.

Llegó, se nos quedó viendo muy sonriente y luego simplemente se acercó y golpeó a cada uno con la varita. Fueron golpes muy fuertes que dolían, así que todos gritamos de dolor por turnos. Entonces el nagual se alejó un poquito y se nos quedó viendo… luego se acercó de nuevo y levantó de nuevo la varita… todos salimos corriendo en distintas direcciones. El nagual se carcajeó primero y luego dejó la varita a un lado y nos pidió que nos acercáramos. Reíamos y nos sobábamos donde nos había golpeado y el nos pidió que guardáramos silencio y luego nos dijo:

“Muy bien, muy bien muchachos. ¿Se dieron cuenta? Una amenaza física se combate con medidas físicas, rezar o meditar o recitar mantras no les quitará de encima un varazo. Esto es importante para ustedes que comienzan este camino, tienen que saber que lo físico se combate con lo físico. Si algo físico los amenaza, combátanlo con medidas físicas, apártense de su camino, aléjense o defiéndanse enfrentándose activamente a ello si no hay más remedio.”

Luego nos dijo que lo siguiéramos; nosotros ibamos relajeando sobre lo sucedido y el nagual nos dijo: “Manténganse en silencio y guarden su energía, la lección todavía no termina”. Y entonces nos pusimos todos muy pensativos y seguimos todos caminando en silencio. Estoy seguro que todos nos preguntábamos ¿Qué más tendremos que enfrentar ahora?.

Ya había oscurecido bastante cuando por fin nos detuvimos. Se sentía la atmósfera muy extraña y el nagual nos dijo que no podíamos encender fuego y que solo habláramos si era indispensable y que fuéramos a hacer nuestras necesidades si era necesario porque despues no nos ibamos a poder mover de ahí. El nagual nos hizo sentar en una especie de media luna, viendo hacia el este y luego, en vos muy baja nos dijo:

“Ya saben que tienen un sello que deben mantener bien cerrado o volver a sellar cuando se abra para estar bien, de otro modo pueden enfermar o morir. Ya saben donde está, ya lo sintieron. Ya saben que algo físico se combate con medidas físicas. Ahora les diré una cosa más: lo no físico se combate con lo no físico… ahora es cuando vamos a ver si sus protecciones sirven de algo o no cuando sus sellos estan en peligro, úsenlas si se sienten que es necesario y prueben si realmente funcionan. “

“Por mi parte les voy a decir que los toltecas no usan intermediarios ni convocadores de intento, ellos intentan directamente; y el modo de cerrar el sello cuando se abre es simplemente enfocar la atención en él. Concentren su atención con toda su fuerza en el sito en que sintieron su sello, si sienten que algo que no es físico amenaza su integridad o si estan aterrados… eso bastará para cerrar su sello y para sobrevivir a cualquer ataque no físico. Si lo creen necesario, cubran su sello con sus manos también.”

“Que no se les olvide: lo físico se combate con medidas físicas, lo no físico con medidas no físicas. Lo que vale para un caso no vale para el otro. Evitar, apartarse y alejarse o plantarse y pelear, sirve para lo físico; pero no para lo no fisico; para lo no físico se necesita solo intentar cerrar el sello.” Repitió esto último varias veces, hasta que le pareció que lo habíamos comprendido. Ya para ese momento estábamos todos tan nerviosos que casi entrábamos en pánico.

“Esto es serio, no es un juego. No se muevan de su lugar por ningún motivo, pase lo que pase, o morirán ¿Entendido? Si no dejan que se abra su sello todo va a estar bien, se los garantizo.” Luego se dio la vuelta y pareció que se lo tragaba la noche.

Fue la noche más espantosa que pueda haber pasado. Sucedieron toda clase de cosas. Primero estaba increiblemente en silencio todo, como cuando se taponan los oídos, pero no era eso sino algo inusual; se podía escuchar nuestras respiraciones agitadas, pero después pareció desatarse el infierno con toda clase de sonidos espeluznantes que venían de todos lados al mismo tiempo.

Para rematar, ya en la madrugada, comenzamos a ver algo como unos grandes perros o lobos con ojos amarillos y fosforescentes que rondaban en los alrededores gruñendo y se nos quedaban viendo como si quisieran hacernos pedazos. Eran enormes y parecian muy feroces, a veces alguno se acercaba demasiado y parecía a punto de saltarnos encima, pero parecía haber algo que los detenía a unos cinco metros de nosotros.

Recé… recé con tanta devoción y fe como nunca en mi vida lo había hecho… otros también rezaron en voz alta, casi gritando… otros recitaron sus conjuros y sacaron sus amuletos y decían sus mantras… nada me funcionó, solo cuando me concentraba en mi sello sentía alivio, aunque mi cuerpo temblaba descontroladamente y todos los vellos se me erizaban. El asedio de esas criaturas duró hasta que comenzó a aclarar. Algo pareció llamarlos y de pronto todos se fueron y los sonidos de los grillos se comenzó a escuchar.

Cuando aclaró el espectáculo macabro terminó. Apareció el nagual muy sonriente y estirándose y bostezando. Todos habíamos estado llorando y uno incluso se vomitó encima. Estábamos entumidos y nos costaba trabajo levantarnos, pero nos sentíamos tan bien y tan vivos como nunca.

El nagual se acercó y se nos quedó viendo muy sonriente y nos dijo: “Así se aprende por aquí, nada de teorías, poca boca y mucha acción. No creo que se les olvide nunca lo que aprendieron ahora, pero se los voy a repetir para que no quede duda: Lo físico se combate con lo físico, lo no físico se combate con lo no físico. La vida y la muerte depende de qué tan firmemente esté cerrado nuestro sello, y de la capacidad que tengamos para volverlo a cerrar cuando se abre. Apártense y manténganse alejados de problemas con sus semejantes, sobre todo de los más violentos, que podrían lastimarlos con algun arma si los molestan, o enfréntenlos activa y racionalmente si no hay más remedio. Si se hacen un buen corte con algo filoso y estan sangrando, desinfectar la herida y coserla y vendarla será lo mejor para cerrar su sello; pero si los ataca un espíritu, como los que los atacaron esta noche, de nada servirá alejarse o apartarse o ponerse alcohol… mantener su sello cerrado con su energía y su intento será lo mejor. Lo físico se combate con medidas físicas, lo no físico con puro intento ¿Entendido?”

Nadie de nosotros decía nada, solo escuchábamos con atención. “¿Entendido?”, volvió a preguntar, “Porque si no han entendido tendremos que quedarnos otra noche por aquí”. Todos nos apresuramos a cabecear afirmativamente y a decir: “Entendido, entendido, nagual”.

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